La vida está llena de papeles olvidados y de muchos otros que querríamos hacer desaparecer. Abrir diariamente el buzón es comenzar el suplicio. Publicidad, facturas, notificaciones bancarias y avisos de multas. Lo sorprendente ya es recibir una carta preguntando por la salud o una postal desde Miami diciendo que se acuerdan de ti. El caso es que vamos acumulando documentos con información confidencial que con el tiempo se vuelve inservible. Y que deshacerse de ellos no siempre es seguro. ¿Qué hacer cuando romperlos en cuatro trozos, como quien arranca las pencas de las acelgas, no es suficiente? Me alegra que hagáis esa pregunta, porque hoy hablamos de las destructoras de papel.
Cachito, cachito
Las destructoras de papel son aparatos que, en un alarde de originalidad y como su nombre indica, sirven para destruir documentos o hacerlos tan pequeños que dificulten leer su contenido. Son imprescindibles en lugares donde se trabaje con información confidencial, bien sea particular, corporativa o de clientes. Dependiendo del tipo de uso, y tomando como estándar de hoja un DIN-A4 de 80 gramos, optaremos por:
Modelos domésticos: 1 o 2 usuarios, ciclo de trabajo ocasional. Destrucción de 5 a 10 hojas a la vez.
Modelos enfocados a pequeñas empresas: De 5 a 10 usuarios, ciclo de trabajo habitual. Destrucción de 10 a 20 hojas a la vez.
Modelos departamentales: Más de 10 usuarios, ciclo de trabajo continuo. Destrucción de 20 a 30 hojas a la vez.
Seguridad en tiras
Aparte del uso, podemos catalogar las destructoras de papel por su nivel de seguridad en función del tipo de corte y del tamaño final de las partículas o tiras. Los distintos niveles de destrucción de documentos y archivos siguen las normas de estandarización DIN. Los dos primeros niveles de seguridad P1 y P2 están pensados para aquellos documentos internos que deben hacerse ilegibles. Los P3 y P4 se destinan a documentos con información crítica y exigen una destrucción mayor. Los tres niveles restantes se reservan a documentos secretos y conllevan imposibilitar totalmente su reconstrucción.
El siguiente gráfico resume las distintas posibilidades.
Mismo papel, más destrucción
No solo de papel vive una destructora. Hay modelos que también tienen la capacidad de triturar grapas, clips, tarjetas de crédito y CDs. Hasta corbatas si uno no anda espabilado. De ahí que sea igualmente importante atender a las características de seguridad. Desde el bloqueo básico hasta la tecnología Safe Sense de las destructoras Fellowes, que detiene automáticamente la máquina cuando detecta la mano demasiado cerca de la boca de entrada. De igual forma, es interesante que cuenten con un sistema anti-atascos que permitan efectuar el trabajo de forma rápida y cómoda.
Otra característica a considerar -más por comodidad que por función- es la capacidad de la papelera. Se mide en litros y hace referencia a la cantidad de papel triturado que puede contener. Como es lógico, cuanto más pequeños sean los trozos de papel, menos volumen ocuparán. Por ende, más tardaremos en vaciarla.
Confeti de datos
Parece un contrasentido que en la época de las redes sociales, donde la gente expone su vida sin límites, nos preocupe el robo de información personal. O la protección de nuestros datos. Pero los humanos somos así: contradictorios y sorprendentes. También es cierto que no es lo mismo enseñar la foto de uno vacacionando en tanga que el número de la cuenta corriente. Tenemos que ser conscientes de la cantidad de documentos privados o confidenciales que deberían permanecer así. Y de la mejor forma de conseguirlo.
Acordaos de las películas de espías, donde quemaban los papeles en ceniceros para no dejar rastro de ellos. Ahora, de fuego nada. Hay que hacer confeti con nuestros datos. Y con alguna de las fotos en tanga.
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